Encuentros con Jesús…

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Cuando una persona empieza a leer desapasionadamente los evangelios, lo primero que encuentra es la figura incomparable de Jesús. Y no sabe que admirar más… si la grandiosidad de su persona y su carácter, lo maravilloso de sus enseñanzas o lo de sus obras…

Pero a medida que vamos avanzando en la lectura de los evangelios hay algo que, si cabe, todavía llama más la atención, son una serie de contactos personales que Jesús tuvo con una serie de personas de la más diversa índole social, cultural o religiosa…

Los cuatro evangelistas nos refieren con variados detalles el origen de la experiencia vivida por ellos y por muchos otros. Todo empezó cuando el Maestro de Galilea, de diferentes modos y en circunstancias diversas, se cruzó en su camino. Aquellos encuentros con Jesús significaron una experiencia trascendental para todos ellos que cambió completamente el curso de sus vidas.

Lo primordial de su experiencia no fue el hallazgo de nuevas verdades, de inéditas normas morales o de formas religiosas más atractivas. No fue algo sino alguien lo que les cautivó. Fue la persona misma de Jesús lo que produjo en ellos el impacto decisivo. Desde el primer momento se ponía de manifiesto que la esencia del cristianismo no es una doctrina o un sistema religioso, sino que el cristianismo es Cristo y que toda experiencia auténticamente cristiana le tiene a él como origen, centro y meta.

Los encuentros de Jesús con seres humanos no concluyeron el día de su muerte o con su ascensión, sino que han proseguido a lo largo de los siglos, aunque ya no podamos verle con los ojos físicos, la presencia espiritual de Jesucristo como un ser vivo, poderoso, continua siendo sentida por infinidad de seres humanos, realidad que se hace viva, auténtica en la experiencia de muchos cristianos por la acción del Espíritu de Cristo y mediante su palabra, el Evangelio.

Los primeros capítulos del Evangelio de Juan nos relatan varios de esos encuentros decisivos con Jesús… vamos a examinar algunos de ellos que encontramos en el primer capítulo de dicho evangelio.

En Juan 1:35-42[1] se nos explica que estaba Juan el Bautista, con dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús.

Esta sencilla narración nos presenta un ejemplo de cómo ha progresado a lo largo de los siglos la iglesia cristiana. Es mediante un testimonio como el de Juan que los seres humanos llegan a ser discípulos de Jesucristo. Cuando ensalzamos a Jesús, como hizo Juan el Bautista, nuestra mirada se centra en Cristo, los corazones se conmueven y somos encaminados hacia Dios.

Jesús para inducirles a examinarse a sí mismos empezó por hacerles la pregunta más fundamental de la vida ¿Qué buscáis?

Sería muy bueno y nos haría mucho bien si cada uno de nosotros, de vez en cuando, a lo largo de nuestra vida nos preguntáramos ¿Qué estoy buscando? ¿Qué trato de sacar de la vida? ¿Cuál es mi fin y mi objetivo? Honradamente, ¿qué es lo que, en lo más profundo de mi corazón, estoy realmente tratando de sacar de la vida?

La respuesta de los discípulos de Juan el Bautista fue que querían saber dónde moraba Jesús… Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?

Rabí era el título de reverencia y respeto que otorgaban los estudiantes y buscadores de sabiduría a sus maestros y a los hombres sabios… Y la pregunta ¿Dónde moras? quiere decir que no deseaban hablar con Jesús solo de paso… querían entrar y permanecer mucho tiempo con él y hablar de sus problemas y preocupaciones. La persona que quiere convertirse en discípulo de Jesús nunca puede sentirse satisfecho con unas cuantas palabras, quiere encontrarse con Jesús no como alguien de paso, sino como un amigo en la propia casa de Jesús.

La respuesta de Jesús fue “Venid y ved”, es decir, les estaba invitando no solo a conversar, sino a participar, a descubrir las cosas que sólo él era capaz de revelarles.

Muy posiblemente uno de esos discípulos era Juan, el autor del evangelio y finaliza el parágrafo diciendo que “era como la hora décima”, detalle que solamente podía saber un testigo presente en esta conversación. Cuando una persona se encuentra genuinamente con Jesús no se olvidará nunca de ese momento que señala la línea divisoria entre la época en que no conocía a Jesús y el momento en que le conoció.

El otro discípulo era Andrés, hermano de Pedro, a quien le explica tan pronto como tiene ocasión la “Buena noticia” (evangelio) de que habían hallado al Cristo y le llevó a Jesús… El corazón de Andrés rebosaba de alegría y no podía callar y de esa forma, por medio de las sencillas palabras de su hermano, Pedro fue conducido ante Jesús…

Todo creyente debe tener el corazón misionero de Andrés… llevar el evangelio a su familia y amigos. ¿Qué tipo de discípulos somos si no tenemos nada que decir a los demás acerca de Jesús? ¿Qué clase de encuentro con Jesús hemos tenido si no somos capaces de compartir nuestro hallazgo con los demás?

Cuando Pedro se encuentra ante la presencia de Jesús éste le miró… La palabra griega que se emplea para esta mirada describe una mirada concentrada, profunda. Es una mirada que no se limita a ver las cosas superficiales que hay en el exterior, sino que lee dentro del corazón… y le dijo: —Tú eres Simón hijo de Jonás. Tú serás llamado Cefas(que significa piedra).

Lo más importante de este relato es que nos dice cómo mira Jesús a los seres humanos. Jesús no solo ve lo que somos sino también aquello que podemos llegar a ser; no ve solamente lo actual sino también sus posibilidades. Jesús miró a Pedro y vio en él, no solo a un pescador de Galilea, vio a alguien en cuyo interior estaba la posibilidad de ser parte del fundamento sobre el que se edificaría la iglesia (Efesios 2:2).

Juan, en su evangelio, sigue explicándonos cuán diversos son los senderos por los cuales los seres humanos llegamos a un encuentro con Jesucristo, y así en los versículos siguientes (vr. 43-51) nos habla de Felipe y de Natanael.

Explica Juan que, al día siguiente Jesús encontró a Felipe, o mejor “encuentra a Felipe”, ya que el verbo está en tiempo presente. Parece que Jesús mismo toma la iniciativa para buscar e invitar a Felipe a ser su discípulo. En el caso de Andrés y el otro discípulo que siguieron a Jesús, fue de ellos la iniciativa, en cambio aquí es de Jesús.

Felipe se menciona varias veces en el evangelio de Juan[2], pero no como un líder destacado (6:7; 12:21 s.; 14:8 s.). Es interesante y animador notar que Jesús tuvo interés en encontrar a Felipe, un hombre completamente sencillo y común, y lo incorporó a su grupo de discípulos. “Sígueme” es un mandato en el tiempo presente, indicando una acción que se inicia y continúa. La fuerza del verbo sería “comienza y continua siguiéndome”. Se usa en el sentido particular de ser un discípulo “a tiempo completo”. Algunos comentaristas sugieren que el verbo significa “prenderse fuertemente de uno y conformarse a su ejemplo”.

El encuentro de Felipe con Jesús no fue inducido por el testimonio de Juan el Bautista, ni por una conversación franca con Andrés, como fue el caso de Pedro, observamos que Felipe fue llamado directamente por Jesús… sin embargo aunque fueron encaminados por distintas sendas, todos llegaron al mismo camino, reconocieron una misma verdad y sirvieron a un mismo Maestro… (Juan 14:6), por tanto lo importante no es cómo llegamos a encontrarnos con Jesús, lo verdaderamente importante es que, de una forma u otra, nos hayamos encontrado con Él.

La cadena de testimonio sigue extendiéndose: Andrés – Pedro – Felipe – Natanael. Felipe encontró a Natanael o, mejor, “Felipe encuentra…”, estando el verbo en el tiempo presente, repitiendo el proceso de testificar. “Una antorcha encendida sirve para encender a otra”.

Ante el testimonio de Felipe de haber hallado al Salvador anunciado en el Antiguo Testamento, Natanael se burló… la reacción de Natanael fue la de un escéptico, afirmando que Nazaret era un pueblo remoto y de poca importancia, y además “de Galilea nunca se ha levantado profeta” (Juan 7:52). Ven y ve fue la excelente respuesta de Felipe, quizás tímido o de pocos recursos argumentativos, pero reflejando su firme convicción. No discutió con Natanael, sencillamente lo invitó a comprobar por sí mismo la veracidad de su testimonio. Es imposible imaginar un consejo más acertado que este. La única forma de convencer a alguien de la supremacía de Cristo es confrontarlo con él, con su persona y con su obra… no son las discusiones sino la presentación del relato de la cruz lo que puede quebrantar un corazón endurecido y una mente escéptica. Examina por ti mismo y decide… Es la mejor respuesta al escepticismo y al agnosticismo.

De manera que Natanael se acercó y Jesús pudo leer su corazón. Las palabras que Jesús le dijo “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño”… evidencian que Jesús conocía a Natanael perfectamente aunque nunca antes se habían visto…

La pregunta ¿De dónde me conoces? indica la sorpresa de Natanael. Jesús le responde: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera… te vi. Esta respuesta indica que Jesús se había fijado en este hombre en un momento preciso de su vida, sin que Natanael lo supiera ni fuera consciente de ello, cuando estaba debajo de la higuera. Probablemente Jesús se refería a alguna ocasión cuando Natanael estaba en la intimidad de su propia casa, quizás orando o meditando acerca de las promesas de Dios. Era costumbre de los judíos meditar y orar bajo la sombra de una vid o higuera.

Es una de las virtudes de Jesús que vemos a través de su ministerio, fijándose en las personas dentro de las multitudes y aisladamente.

Quedó tan impresionado por la respuesta de Jesús que, se entregó para siempre a un hombre que leyó, comprendió y satisfizo su corazón. El conocimiento milagroso de Jesús le convenció que delante de él estaba el Hijo de Dios, el mismo Mesías, como fue el caso con la mujer samaritana (4:29) y Tomás (20:28), otros encuentros con Jesús que en esta ocasión no podremos estudiar.

Lo relevante de dicho encuentro es que nos deja ver que Cristo nos conoce a todos mejor que nosotros mismos, conoce nuestros problemas, dudas, indiferencia, incredulidad, sufrimiento, nuestros rasgos nobles y nuestros pecados, conoce también nuestra insatisfacción, sabe que somos seres necesitados y sale a nuestro encuentro por medio de su Palabra… por medio de su Espíritu, invisible pero real…

¿Qué es lo que sucede cuando nos acercamos a Jesús? Nos acercamos al Evangelio para examinar a Cristo y de pronto nos encontramos siendo nosotros examinados por Cristo… nos descubre, pone de manifiesto lo que somos, no para condenarnos, ni humillarnos… quiere salvarnos… dar respuestas a las preguntas importantes de la vida, satisfacer nuestros anhelos más profundos e íntimos.

Jesús tenía un interés personal en Natanael, la mirada de Jesús había sido de interés profundo, desinteresado y todo ello produce en él un cambio radical, pasa del escepticismo ante un Salvador que venía de Nazaret, a la fe. Natanael es señalado como el primero del cual este Evangelio dice explícitamente que cree (ver vv. 7, 12).

Jesús indica que Natanael había llegado a creer en él como Mesías porque lo había visto sentado debajo de la higuera. Natanael había creído en Jesús por el conocimiento milagroso que Jesús tenía de su carácter, pero Jesús le dice “tú no has visto nada hasta ahora, cosas más grandes vendrán”. ¡Cosas mayores que éstas verás![3] Los seguidores de Jesús fueron sorprendidos una y otra vez durante su ministerio por las manifestaciones de su conocimiento y su poder.

La mención del cielo y de los ángeles que suben y descienden probablemente se refiere a la visión que Jacob tuvo una noche, lejos de casa, cuando huía de la ira de su hermano Esaú (Gén. 28:10–22).

Si la referencia es a la visión de Jacob, Jesús mismo tomaría el lugar de la escalera, el vínculo entre los cielos y la tierra (ver 3:13). El cielo abierto de par en par y los ángeles subiendo y descendiendo simbolizan todo el poder y el amor de Dios, ahora al alcance de los hombres, en Jesucristo.

Con estas palabras Jesús le estaba diciendo, Natanael puedo hacer mucho más que leer tu corazón. Puedo ser para ti y para toda la humanidad, el camino, la escalera que conduce al cielo. Mediante Jesús y sólo por Jesús, pueden los hombres y la mujeres subir la escalera que lleva al cielo.

El encuentro con Jesús significó la salvación total, la iluminación, el enriquecimiento y el robustecimiento de su vida y lo mismo puede significar hoy para todo aquel que le reconoce no solamente como Maestro, sino como Hijo de Dios venido para ser nuestro Salvador y nuestro Rey.

Como ya hemos dicho, Juan, en su evangelio, nos relata muy diversas maneras de tener un encuentro con Jesús, cuán diversos son los senderos por los cuales los seres humanos llegamos a conocer a Jesucristo…

¿Cómo fue tu encuentro con Jesús? ¿Por qué camino llegaste a Jesús? ¿Le buscabas o fue un encuentro fortuito? O quizás ¿te encontró él a ti?

¿Cómo cambió tu vida ese encuentro con Jesús? ¿Qué buscas en Jesús?

¿Qué tipo de seguidor de Jesús eres? ¿Una antorcha que enciende otra antorcha? ¿Eres discípulo “a todo tiempo”? O ¿sigues manteniendo cierto escepticismo?


[1] El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras? Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo).  Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro).

[2] Felipe también figura en la lista de discípulos nombrados por los Sinópticos (Mat. 10:3; Mar. 3:18; Luc. 6:14).

[3] Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás. Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre. (Juan 1: 50-51).